Una bella primavera,
Y que me pudiste dar
Que ya no supe marchar
De tu falda placentera.
Era Mollet, laborioso,
Cinco décadas atrás,
Un pueblo como otro más,
De este Vallés tan hermoso
Que no se olvida jamás.
Tus hijos, trabajadores
Del campo, principalmente;
Acogían, felizmente,
Sin parar en colores
Ni costumbres de otras gentes.
Y hoy, Mollet, está a la vista.
Causa emoción y extrañeza
Disfrutar de su belleza
Tan real como imprevista;
Y contemplar su grandeza.
¿Qué brindabas al viajero
Y al sufrido peregrino,
Que daba fin al camino
Integrándose en su fuero
Y escogiendo su destino?
Para poder cobijar
Tanta gente en poco tiempo,
Se necesita talento.
Voluntad de trabajar
Y pagar por uno, ciento.
Tener visión de futuro.
Limpia y altiva la frente.
Una inquietud permanente,
Ánimo fuerte y seguro
Y abrazarse mutuamente.
Y fue tal el duro empeño
Forjado con lealtad,
Que ya la realidad.
Aquél pueblo tan pequeño
Convertido en Gran Ciudad.
Has tenido la virtud,
Mollet, de aunar unas gentes
De lugares muy diferentes;
Pero con una inquietud:
Ser fieles condescendientes.
Siempre la honradez en alza.
Forjadores de su hogar,
Donde reine la bonanza,
La paz y el valor a ultranza
Con un gran lema: Amar.
Valores, que con premura,
Supiste bien descubrir,
Tratar con tacto y con mesura
Y con ellos la aventura
Lograste al fin conseguir.
Porque ninguno ofrecer
Podrá riqueza mayor,
Si no tiene el proceder
Del hombre y de la mujer
Que luchan con gran amor.
Con esta sabiduría,
Mollet, alzaste bandera,
Y hoy en la comarca entera,
Admiran la valentía
De tan ingente carrera.
Hagamos perennes votos
Que tan maternal regazo,
De tus hijos sea el lazo,
No veamos sueños rotos,
Y nos funda en un tierno abrazo.
Te has colocado en la altura
Con gran esfuerzo y tesón.
Levanta tu pabellón
Signo de genio y figura
Al cielo azul, con pasión.
Y que por el mundo entero
Muestre la diosa Internet,
Con orgullo sincero,
La estampa y color señero
De tu gran ciudad, Mollet.
Obdulio Heras Iglesias
Joan.
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